Tu camino hacia la nada

Tirado en tu sofá, pensando, escuchando la nada, no queriendo hacer nada… Reflexionas sobre lo poco productivos que han sido tus planes pasados y te replanteas que ciertamente no estaría mal algún que otro cambio significativo. Te miras en el espejo y te preguntas: ¿quién es ese?

Entonces, decides levantarte, abrir la puerta y marchar. Andas, andas, andas… Ningún descanso está entre tus expectativas en este momento. No miras a tu alrededor, sino que simplemente sigues un rumbo fijo, uno que ni siquiera tu propio subconsciente conoce. Es una de esas escenas en que caminas entre multitud de gente que pasa rápido y tú, en el medio, sonríes pretendiendo semejar que te acercas a ese final tan ansiado de la película.

Andas, andas, andas… Llegas a la entrada a un sendero de árboles y decides que lo mejor es adentrarte en él. Tienes fuerzas para ser capaz de caminar días y noches sin parar, sin comer, sin beber, sin dormir… Caminas, caminas, caminas… Sientes la tierra húmeda bajo la planta de tus zapatos y te sientes más poderoso cada vez que esquivas una piedra tras otra.

De pronto, te detienes… Y el tiempo junto con él… Todos tus pensamientos, lo que mueve tu corazón, tus planes de futuro, la gente que te importa, tú mismo… Todo ello se detiene en medio de ese paraje extraño, aunque a la vez tan familiar… Todo se para en medio de la nada. Y es en ese preciso instante cuando sientes que has llegado a tu lugar en el mundo. Echas un suspiro de alivio, te tiendes en el suelo y cierras los ojos… Todo ya acabó y es perfecto así.

Pero todo te resulta muy fácil para ser real y algo te lleva a querer comprobar que, en verdad, estás en donde debes estar. Te levantas apresurado y compruebas, al posar la mano en lo que antes considerabas que era tierra húmeda, que nada más que se trata de cartón, de una especie de manualidad corroída por el paso del tiempo. Te das cuenta de que los árboles no son de verdad, que simplemente es cartulina de colores, pintada quizás con algún rotulador. Las piedras, el musgo, el cielo, el aire, la nada… Todo es mentira.

Giras un poco la cabeza con el propósito de retornar tu camino, pero ya es tarde… Se ha hecho muy de noche y algo te impide tanto volver como avanzar… Te acurrucas en el suelo con la esperanza de que todo se solucione solo, de que alguien te encuentre y te diga por dónde debes ir… Te pones nervioso, aprietas fuertemente los ojos queriendo evitar llorar. Tienes frío y sólo tienes de consuelo tu propio abrazo. Te falta el aire, o al menos eso te parece, y un dolor insoportable presiona tu pecho, como queriendo salir algún tipo de monstruo fuera de tu cuerpo. Ahora mismo todo parece carecerte de significado y, a la vez, no puedes mantener tu mente en blanco. Aquel camino a través del cual minutos atrás quisiste emprender un nuevo viaje cargado de aventuras, de aquellas que siempre deseaste y nunca te atreviste a probar o simplemente creíste imposibles, ahora queda oculto tras el manto oscuro de ese bosque enteramente falso. Por un instante en tu vida, te sientes estancado en medio de la nada y ya no sabes qué será lo que te salvará de ella.

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