En tu bicicleta
Rueda, rueda y rueda… Vas en tu bicicleta
creyéndote el rey del mundo que te rodea y no te importa lo que vas dejando
atrás. Te encanta pillar velocidad y tirarte por cuestas abajo hasta el punto
en que estás casi chocándote y tienes que frenar de golpe. Y entonces te
acuerdas de cuando eras niño, esas primeras veces en que intentaste aprender a
montar con tu familia. Ellos te pusieron unos ruedines y tú lo viste como la
misión más difícil de tu vida. No pensabas en que un día tendrías que verte sin
ellos y, de repente, llegó tu abuela y te dijo la muy capulla: ahora te los voy a quitar y vas a subir esa
cuesta tú solo. Tú pensaste: loca de
mierda. Es un chisme con tan sólo dos ruedas… Es muy complicado aguantar el
equilibrio… Tu triste cabecita calculaba cada paso a dar y no pensaba en que
únicamente tenía que dejarse llevar para conseguirlo. Insistieron e insistieron…
Lo recuerdas como si fuera ayer. De pronto, un buen día, aprovechaste que nadie
te miraba y dijiste: venga va, con un par
de cojones. Pusiste un pie en cada pedal y, sin pararte ni un instante a
razonar que podías caerte al suelo, comenzaste a darle y darle y darle… Y ya no
eras consciente de que lo habías logrado, que estabas montando en esa maldita
bicicleta. Aprendiste sin pensarlo, porque eras más fuerte de lo que tú creías.
Ahora, llegas una vez al año, si cuadra, a esa
habitación donde la tienes abandonada, llena tal vez de polvo y con los frenos
algo oxidados. ¿Tan siquiera pensaste en cómo sería ser atropellado por esa
cosa? ¿Cómo aplastarían sus ruedas tus costillas y te dejarían sin aliento?
¿Cómo escuperías sangre, quedando sin fuerzas tirado en el suelo por creerte
incapaz a enfrentarte a una máquina que tan sólo tiene dos ruedas? Dos míseras
ruedas… ¿Acaso no te ves suficientemente capacitado para cargar tú con ella?
Podrás esperar toda tu vida a que ella te
lleve a ti sin ningún esfuerzo o tomar la iniciativa y calcular cada pedaleo
que des, pero… Piénsalo: dejarte llevar como aquella vez y no darle más
vueltas, sino que simplemente compartáis ambos igual de peso en este camino que
te aguarda. Tú solamente súbete y haz lo de siempre… Rueda, rueda y rueda…
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