Burbujas

Burbujas, como meras burbujas que deciden despegar en su intento en vano de llegar a algún destino y explotan transcurridas breves centésimas de segundo. Miles y miles de estallidos que suenan consecutivamente cuando bebes tu refresco con gas, cuando mezclas en una bañera agua con jabón, cuando coges ese juguetito de tu infancia y haces la estupidez de soplar y soplar con cuidado, para lograr que salga una perfecta burbuja gigante. En la búsqueda de pretender mantenerse infinitamente vivas, nos hacen creer en la posibilidad de estarlas viendo volar y volar hasta el fin de nuestros días. Sin embargo, débiles como ellas son, pues hasta una mísera rafaguita de aire es capaz de sumirlas en el vacío, persisten en la nada como materia casi imperceptible para nuestra vista, aún después de tenerse destrozado su ideal forma esférica. Unas contra muebles, otras entre ellas, otras no llegan ni a nacer... ¡Putas burbujitas! Desde un mínimo plof, hasta un silenciante pf... Pluf, plaf, plum, pop... ¿Qué más da cuál sea la expresión? Al fin y al cabo, estamos hablando sólo de burbujas, ¿no?

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