Aquellos ojos

Y en los mismos ojos, en mitad de esa mirada penetrante, silenciosa, misteriosa… Allí vi su mismísimo reflejo, manchado por la más cruenta maldad que todo ser vivo de este mundo sea capaz de imaginar. Lagrimales no alcanzaba a tener, ya que no los precisaba, porque escasa era la emoción que pudiese llegar a sentir algún día, por no decir ninguna. Tal era la tensión que emanaba su mirada, que si yo fuese una cerilla en aquel preciso instante me troncharía a la primera llamarada. Quise soltar palabra alguna para mostrar mi mal presentimiento, pero me lo impidió… Y a partir de entonces, nunca más fui quién de volver a tener la oportunidad. Me fundí en su persona cual cera derretida vuelve a unirse a la vela por la que fue engendrada. Sentí, por primera vez en mi vida, ese escalofrío que recorre tu cuerpo cuando sabes que estás a punto de morir… Aunque, por alguna razón, me gustaba. Fue entonces cuando pensé en si la muerte sería algo más placentero que la propia vida… Y entonces lo vi claro: sus ojos me lo llevaban diciendo desde el principio. Años y años de engaño, sin pararme a pensar en que el orden de mis actos no era lo verdaderamente importante, sino más bien la meta a la que éstos me condujesen. Infinidad de palabras fueron las que se me pasaron en ese preciso instante por la cabeza, infinidad de las cuales quise soltar y no fui quién de lograrlo… ¿Por qué? Pues porque simplemente le miré a los ojos.

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