Una copa más

Allí estaba, sentado a la barra, sosteniendo una copa de licor del malo. No soportaba quedarse en su casa y prefería ahogar sus penas en un vaso de agua, más bien, en un vaso de alcohol. Whisky, ginebra, vodka... Daba igual que fuese. Como un crío adolescente esperaba que aquello le hiciese olvidar, que le diese una noche alegre. Era de esperar... Al fin y al cabo, ¿qué otra cosa se nos ha enseñado? Cuando sale en esas películas de cine negro el típico engreído que con un cigarrillo y Jack Daniel's aparenta ser la persona más misteriosa y atrevida que jamás se haya conocido. Es sarcástico pararse a pensar en que para pasárselo bien noche tras noche algunos necesiten manchar su cuerpo de mierda que un día unos decidieron sacar de petróleo y líquidos destilados para poderse hacer ricos a costa de gente estúpida, pero así es nuestro inconformismo, que cuanto más tenemos, más queremos. No nos conformamos con lo que tenemos, no... Lloramos por lo que nos falta.

Aquella noche él podía estar haciendo muchas cosas, pero, por alguna razón del mundo, decidió quedarse en la única compañía del camarero, pidiendo chupito tras chupito. Su alma estaba cansada, sus parpados doloridos y su cuerpo cada vez más demacrado, pero daba igual, nada le importaba. Aquella noche parecía ser que sólo el frío alcohol en sus labios sería lo más agradable que presenciaría.

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