Reflexión

Desde críos nos inculcan en la sociedad cómo debemos comportarnos: qué está bien y qué está mal. En cierto modo, esto no parece dar indicios de un incorrecto planteamiento, sino todo lo contrario… Resulta razonable acordar un patrón de conducta común para evitar que se siembre el caos a nuestro alrededor. Sin embargo, cierto es que cabe aceptar que cada persona es un mundo y que, en los tiempos que corren, puedes encontrarte de todo. Te dicen que eres un loco cuando te sales de las normas, cuando te dejas llevar por ese instinto animal que todos tenemos oculto e ignoramos. Te llaman loco y luego, sin más dilación, te apartan de su lado, te marginan, te degradan, te matan… Sencillamente, dejas de creer que existes, de considerarte persona, y pasas a convertirte en un gusano, en una larva que se alimenta de los restos de los demás. Irónicamente, descubres sensaciones que antes ni había deducido y, si se te dejas llevar, alcanzas una especie de libertad, la verdadera quizás. Te reinventas, te auto encuadras en un mundo de alucinaciones que masturba a tu subconsciente hasta la saciedad. Finalmente, terminas asimilando que el hacerte llamar normal es el insulto. ¿Y acaso eres tú el errado por pensar así?

Hoy en día habitual es el caso en el que decimos no conocernos a nosotros mismos, no saber de lo que somos capaces. Algunas personas nacen con el privilegio de ser conscientes de su propia locura, pero otras se apartan de esta idea con la excusa de “ser auténticamente transparentes”. Al final, todos tenemos nuestro lado psicológicamente defectuoso, nadie se salva… El mayor error sería evitar reconocer su presencia, porque a lo mejor se da el caso de que un día tengamos que hacerlo y ya sea demasiado tarde. Ahí será cuando toda nuestra vida se pause por un instante.

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