La única excepción

- Esperaba que esta vez fuese distinto, que se convirtiese en esa única excepción. Le di todo de mí y esperé ser correspondida. Yo sólo quería algo distinto a una amistad, lo que viene siendo una persona de la que sabes que puedes recibir cosas más especiales. Le cogería de la mano siempre que quisiese, sin importar quién pudiese vernos, le daría el abrazo más terroso de todos los abrazos y dejaría que sus labios, esos que ahora estaban húmedos por la cerveza que se había tomado hace un momento, se pegasen y despegasen de los míos las veces que le diera la gana. Yo lo que deseaba realmente era sentirme tocada, que no temiese el roce de su piel con la mía… No me bastaba con palabras, no sé si me entiendes… Necesitaba sentirme deseada, contacto humano de cualquier tipo... Compartir cada noche juntos un nuevo de nuestros fetiches, convertirlo a él mismo en mi propio fetiche... Que dejase impregnado su olor en mis sábanas y así dejar de ver mi cama vacía… Todo de él me parecía perfecto: sus ojos, su sonrisa, su cuello y esos tres lunarcitos que tiene juntos, en fila, al lado del mentón. Tan sólo logré una vez dormir encima de su pecho, escuchar cómo palpitaba su corazón cuando yo estaba cerca, resguardarme entre sus brazos… Y fue entonces cuando me obsesioné y pasé a creer que, por una vez en mi vida, allí fuera, en el mundo exterior, existía alguien que un día decidió llegar a considerarme la primera persona en quien pensase en todo momento.

- Y ahora que sabes la verdad, ¿volverías a rescatar esa magia de la que tanto hablas si lo tuvieses delante?

- No le daría semejante placer.

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