Un día cualquiera te enamoras
Un día cualquiera te enamoras, uno de esos
días en que piensas que está ocurriendo lo que narran tan sólo en cuentos. Te
pellizcas la piel y rezas porque nunca despiertes de este sueño. Te sientes
afortunado, porque, al fin y al cabo, ella se quedó contigo y quiso ver su hoy
a través de tus ojos. Quiso que le enseñases todo aquello que conoces, todo lo
que os rodea: esas calles, esos caminos, el parque que hace esquina y al que
vuestra madre os llevaba a pasear en el carrito, el quiosco de la mujer que os
vendía tebeos cuando erais críos, el bar en que os probasteis vuestro primer
sorbo de una caña y la asqueasteis, la casa de aquella anciana que os riñó
cuando se coló vuestro balón en su terraza, el banco al que veíais que las
parejas del barrio iban a meterse mano, la fuente en que os bañasteis cuando
celebrasteis el primer partido ganado por vuestro equipo, el césped donde
hicisteis vuestro primer botellón y probasteis lo que era fumarse un porro, el
callejón en el que perdisteis la virginidad… Y ahora, finalmente, la tienes a
ella, que, por algún motivo de la vida, decidió asumir tu vida como suya.
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